Muchas personas reivindican su derecho a permanecer solas y evitar la presión social para contraer compromisos, compromisos que para otras muchas personas son “lo normal”. Hasta hace pocas décadas la soledad era valorada como una anomalía: algo extraño y preocupante ocurría en la persona que no se vinculaba en pareja o incluso que hacía pocas actividades de vida social o las hacía sin acompañantes. Actualmente vemos estas situaciones con menos prejuicios, y comenzamos a admitir que pueden derivarse de una elección y no de una consecuencia indeseable.
Naturalmente venimos de una tradición que bendice la unión, y la tendencia es considerarla como lo más apropiado y más bien a tolerar a quien no la admite en su vida. Por eso, a veces clientes me consultan sobre cuál es la opción más acertada o si es extraño decidirse por quedarse solos/as. Entonces yo les planteo la siguiente metáfora:
“Imagina que quieres hacer un viaje a algún lugar que desconoces. Puedes optar por hacer ese viaje sin compañía, por tu cuenta. Podrás entonces elegir tu itinerario, tus destinos o el tiempo que estarás en cada uno de ellos. También podrás gestionar con más facilidad los espacios de contacto con otras personas y los momentos de soledad. En resumen, será un viaje a tu ritmo. También has de contar con que en algunos momentos te puede pesar la soledad, y tal vez busques conversar con alguien, querrás compartir, y no sabrás cómo responderá ese alguien. En cualquier caso no será un contacto de intimidad. Puede también que en ocasiones te sientas inseguro/a, o hasta desvalido/a si ocurre algún inconveniente importante.
Viajar acompañado/a aliviará sensaciones de soledad, podrás compartir tus impresiones, tus dudas, o simplemente conversar de manera intrascendente para sentir la presencia de alguien cercano/a. Esa persona que te acompaña también te puede sugerir visitar lugares que tú no conoces, descubrir vivencias que no habrías descubierto por tu cuenta, y echarte una mano en momentos de zozobra. Te estarás vinculando con esa persona al compartir experiencias importantes. Ahora bien, tendrás que adaptarte a esa persona si quieres que el viaje sea satisfactorio. Ella también tiene algo que decir respecto a los destinos, a la duración del viaje, al tiempo que es preferible permanecer en cada lugar. Es decir, perderás libertad.
Hay quien pretende viajar acompañado como si viajara solo/a, es decir, imponiendo sus elecciones a la otra persona. Y hay quien, en el viaje acompañado/a, renuncia a sus elecciones para evitar conflictos, manteniendo una actitud sumisa. No suelen ser viajes agradables, pues suelen aparecer el desencuentro y el resentimiento.
No hay elecciones perfectas. ¿Qué te compensa? Elige qué tipo de viaje quieres hacer en la vida”.
Qué bien escribes….Gracias por iluminar.
Gracias Amigo ángel, creo que las dos opciones son buenas si realmente es lo que elijes y no algo que te “venga” y a lo que no sepas decir que no.Un relación elegida y compensada puede ser tan gratificante como una soledad verdaderamente elegida.
Un fuerte abrazo y buena andadura.