¿Cómo debe ser la terapia sexual para que de verdad nos ayude a brillar (por dentro)?
Meternos en materia sexual, en una sesión de terapia, puede parecerles a algunas personas semejante a adentrarse en un lugar incómodo, oscuro o atemorizante. No es descabellado este sentir si el tema a tratar lleva mucho tiempo escondido, lleno de vergüenzas y límites, siendo además frecuente que nuestros cuerpos o sexualidades hayan sido vulnerados en algún otro momento de nuestra vida. Y es verdad que a veces hay que atravesar terrenos pantanosos.
Aún así, yo considero la psicoterapia sexual como un lugar más luminoso, porque pone luz y porque aporta brillo. Y no me refiero al brillo que nos sacamos para deslumbrar a los demás, a eso que llamamos éxito habitualmente, sino al brillo como experiencia de bienestar, coherencia y satisfacción interior.
¿Cuáles son algunos de esos ingredientes esenciales, a poner en la base de la psicoterapia sexual, para que esta pueda convertirse en un proceso realmente nuevo, amable, valioso y emancipador, que aporta brillo?
Para empezar incluiría buenas dosis de realismo, autoconocimiento, fascinación, amabilidad, diversidad…
¿Cómo lo hacemos?:
1. NOS ALEJAMOS DEL ENFOQUE Y EL LENGUAJE PATOLOGIZANTE QUE NO AYUDA
Todas las personas tenemos o tendremos alguna vez dificultades sexuales y estas no indican que seamos defectuosos.

No hay algo defectuoso o patológico en ti. La mayoría de las veces la dificultad o bloqueo en algún aspecto de nuestra respuesta sexual, es la consecuencia natural, y por lo tanto señal, de que hay algo que estamos haciendo, permitiendo/asumiendo, comprendiendo o abordando de un modo que no le sienta bien a nuestro cuerpo y afectos, que no favorece a nuestra vitalidad, procesos de salud y placeres. Y nuestro cuerpo (unido inseparablemente a nuestras emociones, mente y espíritu) da cuenta de ello, reacciona.
Es decir, no sería del todo acertado llamarlo desajuste si en realidad es la respuesta que el cuerpo elabora porque está, precisamente, ajustándose como puede, a lo que está pasando dentro y fuera de ti (y dentro y fuera de la cama), respondiendo de manera coherente a todo ello.
Dicho de otra manera, lo que ocurre es lo que el cuerpo necesita que ocurra, para responder a lo que no le hace bien. Y de este modo, ese malestar o supuesto desajuste viene a aportarnos información valiosa, nos orienta sobre algo a mirar, habla de lo que necesitamos, nos anima a dejar de hacer las cosas del modo que nos daña, resta o bloquea…
Él nos pide escucha, autoconocimiento y cambio o crecimiento, amplitud de miras y cuidados. Eso sí, hay que saber escucharlo, lo cual equivale a escucharnos a nosotros mismos. Porque lo que llamamos trastorno o disfunción, no es algo que se ha pegado a mí sin sentido, y me lo tengo que quitar de encima porque no tiene nada que ver conmigo. Como síntoma dice mucho de mí, es fuente de conocimiento de nuestra manera de ser y estar en el mundo, la relación recíproca entre el mundo y yo, la cual configura también nuestro cuerpo, su musculatura, fisiología, sensibilidad.
Así que no aislamos el problema para resolverlo, sino que miramos la sexualidad como una dimensión más de la persona, en la que está presente de manera visible e invisible todo lo que la persona es y vive: rasgos neuróticos o carácter, estilo de vida, hábitos, roles, relaciones, contexto social, político y cultural, y ponemos todo ello en relación. Así ayudo a la persona a verse en su totalidad, observando las influencias recíprocas que hay entre la vivencia de su sexualidad, su vida cotidiana y personalidad, para alinear todo ello a favor.
Esta perspectiva enriquece el tratamiento de las dificultades sobre todo al darles un sentido dentro de la existencia completa de la persona. Por ello actuamos entremezclando en las sesiones el trabajo educativo, el trabajo corporal y el psicológico.
En resumen, una terapia sexual al servicio de la vida y del crecimiento personal, más humana, más completa, más psicoterapéutica, puede ser el inicio del establecimiento de una nueva manera de relacionarte contigo mismo y con el mundo. Es la oportunidad de deconstruir y construir.
2. NOS OLVIDAMOS DE LAS FÓRMULAS MATEMÁTICAS PARA ACOGER EL EROTISMO DE LA VIDA, LA VIDA MISMA.
La buena psicoterapia sexual es, por supuesto, la que se fundamenta en el estudio y conocimiento sexológico corroborado. Y, a mí, sobre este, me gusta sumar fascinación y apertura al misterio que son en el fondo el erotismo y la vida… y cada uno de nosotros en nuestra individualidad.
Con esto trato de hacer hincapié en que no podemos poner una mirada matemática sobre lo que sucede en nuestras relaciones y cuerpos (algo así como: “siempre que hago esto tiene que suceder esto otro y está en mi mano el control absoluto”), y dedicarnos a elaborar fórmulas y técnicas infalibles, aunque muchas personas crean o deseen que todo en si mismos esté bajo su estricto control y comprensión intelectual. Pero no va de esto la sexualidad ni el placer, y por eso la consulta no es un taller mecánico.
Un enfoque que hable de rendimiento, mecánica y técnicas, encasilla la respuesta de los cuerpos en modelos exactos y homogéneos. Y es precisamente esta perspectiva, en la que somos educados, la que sustenta nuestra concepción habitual de la sexualidad y la mayoría de las dificultades sexuales que de ella se derivan. Seguir mirando en la consulta desde el mismo molde, solo nos mantendrá en la polaridad de funciona o no funciona, correcto o incorrecto, válido o no válido.
“El tratamiento que pone en primer plano la actuación o se centra en ella y la fiabilidad de técnicas y pasos a menudo exacerban los problemas que pretenden solucionar. La industria y la teoría de cómo perfeccionar la actuación sexual genera aún más ansiedad e inhibiciones. El erotismo no se presta al rigor de la medición” Esther Perel.
Esto no significa que no se puedan hacer recomendaciones más técnicas, y muy buenas y útiles o necesarias. Sin embargo, si el enfoque de solución solo se centra en eso, se nos está escapando mirar también la quintaesencia del erotismo, que es una cualidad inherente a la vida y nuestra existencia, y que como muchos otros aspectos de ella, nos guste o no, es también de naturaleza misteriosa, díscola, compleja, cambiante, no medible y desde luego fascinante.
Todas estas características nos dejan en el territorio de la vulnerabilidad, lo sé. Pero toca aprender a vivirnos también vulnerables, alejarnos de la lógica y acercarnos a otros terrenos: arte, alquimia, belleza, inspiración, creatividad, presencia, improvisación… Todos estos conceptos o procesos también forman parte de la escena sexual, si somos capaces de abrirnos a escenas auténticas (no reproducciones pornográficas), y creo que, tristemente, son algunos de los grandes olvidados a la hora de mirar, comprender y sentir nuestras vivencias sensuales y sexuales.

Parece que esto más que de controlar, y ocuparse del resultado, va de jugar (y no vale querer ganar antes se empezar el juego), de crear o cocinar cosas ricas con los ingredientes que tenemos (lo que hay en ese momento, lo que somos en ese instante), de hacer alquimia con lo de dentro y lo de fuera. Pasa por honrar lo que es y requiere realmente el erotismo y nuestra energía vital y creativa.
3. NO NOS HACEMOS MÁS DAÑO. NO HAY PRUEBAS A SUPERAR, TRABAJAMOS CON AMABILIDAD Y CURIOSIDAD
Durante las sesiones vamos a hablar de acciones y procesos que son importantes matizar o enfocar bien porque fácilmente podemos acogerlos y desarrollarlos desde un lugar o con unos matices que no son muy favorecedores. Un posición vital desde la que inician la terapia muchas personas es la de la autoexigencia y la autoexplotación, el autodesprecio y el deseo de optimización constante de sí mismos y sus actuaciones, perseguir un ideal alimentando frustraciones…
Por ello probablemente lo más importante no es qué hago si no cómo lo hago y para qué lo hago, con qué matices y sentido. Esta es una diferencia esencial en la que profundizamos en terapia. Buscamos darle el matiz y sentido que nos beneficia.
Para ello podemos empezar por cambiar el lenguaje (las palabras que usamos), para cambiar la actitud, para concebir y vivir lo que hacemos desde un lugar diferente. Así por ejemplo:
- Las propuestas o sugerencias que se perfilan en sesión no son deberes ni tareas, ni pruebas a superar, sino experiencias que amplían nuestras vivencia de la sexualidad y la enriquecen tengamos dificultades sexuales o no. No se trata de cazar o perseguir un orgasmo, una sensación, o estado, podría ser más bien abrirnos hacia algo, abrir espacio, acercarnos a unas condiciones, internas y externas, en las que algo puede brotar o nacer, suceder por si solo. Lo que hacemos es curiosear, explorar, investigar, conectarnos, con amabilidad e interés.
- Tampoco se trata de estar generando excitación y rozar y estimular sin más, sino de sensibilizar, dar vida y consciencia, energetizar, permitir que haya despliegue de vida (sensaciones en nuestro interior).
- Y poner conciencia en algo no es esforzarse en escudriñar algo, con vehemencia y tensión, ni evaluarlo. Lo matizamos: es posar nuestra atención sobre ese lugar, ir suavemente hacia allí, sumergirnos y habitarlo.
4. APOSTAMOS POR LA DIVERSIDAD
Para poder hacer todo lo anterior asumimos y respetamos la diversidad. Con este término no me refiero solo a las diversas direcciones hacia las que puede estar orientado nuestro deseo. También a las múltiples formas en las que se manifiesta nuestra sexualidad en el día a día, y a los diferentes ritmos, procesos y respuestas sexuales que existen, que varían de una persona a otra y en una misma personas según su etapa vital. En terapia aprendemos a comprender sus variaciones y a reconocer todos los procesos y sensaciones que están mediados por nuestra sexualidad. Y, cuando queremos, diversificamos para encontrar nuevas formas de ser sexuados, siendo más coherentes y respetuosos con nosotros mismos.
Todas estas claves en la psicoterapia sexual tienen una finalidad común:
Crear un camino de vuelta a ti (y desde ahí conectar mejor con el mundo). Andarlo y conocerlo al menos una vez, con ayuda, para que lo retomes las veces que necesites.